Apuntes de mi cuaderno

Bienvenido, amigo:

Aquí tomaré apuntes de la vida: esa voluntad a medio hacer a la que le falta levadura, ese tañido lastimero de la campana que aún no ha sonado por nosotros, ese vuelo de la libélula engreída que vuelve al agua quieta para mirarse, esa soledad que se agiganta en la carcajada en ruinas, esa falsa madurez que solo va robándonos las gotas de rocío sobre las telarañas...


O, ¿quién sabe?, puede que en este cuaderno solo acabe apuntando mis historias.


¿Me acompañas?






miércoles, 27 de julio de 2016

La gallina de los huevos de oro



«El anciano encontró la llave en el cajón de la cómoda y seguro que ya se ha enterado de la verdad», le dijo la nuera a la pánfila de su hermana creyendo que tú no la oías. ¿Qué llave?, ¿qué cajón?, ¿qué verdad?  Y hala, a rebuscar todos los cajones como un ladrón. Cerradura pequeña. Caja metálica. Sobre doblado en dos. «Don Juan Gregorio Ramajo. Diagnóstico». Que más te valía no haber descubierto la realidad porque desde ese día estás que te subes por las paredes. No porque te lo hubieran ocultado, no. Lo peor es la hipocresía y saber que no te lo dijeron por egoísmo. Por si el disgusto o el miedo te deprimían. Rabia contra Juan. Por lo menos él debió decírtelo. Tu hijo tenía que… Tu Juan. Malos tiempos estos para los viejos. Ahora ni morir en paz os dejan. Y ella, como oro en paño, la muy hipócrita. Al principio «abuelo» esto, «abuelo» lo otro: «Póngase la bufanda, abuelo, no se resfríe», «abotónese bien el abrigo, abuelo, que ha bajado mucho la temperatura», «no salga a la calle hasta que no caliente el sol, abuelo, que hoy hace muchísimo frío», «no vaya al bar, abuelo, que…». Ahora ya «padre» por aquí, «padre» por allá: «¿Quiere merluza, padre, o prefiere otra cosa? Le he quitado todas las espinas, padre. O si prefiere, padre, que le haga una tortillita francesa…». Venga «padre» para arriba, «padre» para abajo. Y todas las palabras acabadas en «ito» o «ita». Sí, se esfuerza en la cocina por hacer lo que más te gusta: un «cocidito», una «sopita», un «filetito»… Pero que si esto va mal para el ácido úrico, que si lo otro para el colesterol, que si lo de más allá para la diabetes, que si lo de más acá para el corazón. Al final, nunca te hace lo que quieres. Y no digamos la perra que ha cogido con el maldito tabaco. En cuanto ve el cigarrillo, te mira como si fueras un asesino sin enmienda. Nada de tabaco en casa. Que los dos han dejado de fumar. O por lo menos eso dicen. Aunque quién sabe. Y ella venga nombrar enfermedades. Parece tu médico de cabecera. Eso sí, del cáncer ni mu. Las palabras «cáncer» y «pulmón» han desaparecido de su boca. No las dice. Que si quieres conseguir algo de esa solo tienes que poner cara de estar muriéndote. Pero, claro, tabaco no se da a un canceroso. «Padre, tiene mala cara hoy», «¿le duele algo, padre?», «padre, ¿se siente mal?», «¿necesita alguna cosa, padre?». Que no le vas a contestar: «Un puto cigarro». Sobre todo cuando la ves haciendo cuentas preocupada y con los ojos hundidos. Que hasta ahora se ha apañado mal que bien porque Juan estaba cobrando el paro; pero este mes, que ya se le acaba, te va a hacer pasar las de Caín. Y si no al tiempo. Si haces esto, porque lo haces; si dejas de hacerlo, porque dejas de hacerlo; si haces lo otro, porque haces lo otro; si no haces nada, porque no lo haces. Y lo más jodido: tienes que vivir a la fuerza. No es que te quiera; si te tuviera un poco de cariño, te dejaría en paz. Solo te necesita. ¿Cuántos años?, ¿dos?, ¿diez?, ¿veinte? ¿Hasta cuándo tienes que durarle?, ¿hasta que Juanito cumpla los treinta?, ¿tienes que estirar esta vida de mierda como un chicle? Menuda putada. Ella cree que superar el cáncer de pulmón que te está matando depende de tu voluntad y que vivirías eternamente si quisieras. Como si fueras Dios. Que hasta tú te culpas, pobre desgraciado. Porque si te mueres, ¿qué va a ser de tu nieto? Cuando te entran ganas de fumar, tienes la culpa por querer irte al otro mundo. Un gilipollas malnacido y caprichoso, eso eres. Lo que podría darte un poco de placer lo ves mal porque es malo para tu salud, esa que ya no tienes después de cuarenta años fumando un paquete diario. Maldito vicio. Pues te equivocas de medio a medio porque te estás amargando tanto la puñetera existencia que la amargura te va a mandar al otro barrio antes de tiempo. Con un cachico de longaniza, un pitillo de cuando en cuando y un vasito de vino a mediodía eras capaz de durarle hasta los cien. Así la cabrona de ella está matando la gallina de los huevos de oro. Puta pensión de los cojones.

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