Apuntes de mi cuaderno

Bienvenido, amigo:

Aquí tomaré apuntes de la vida: esa voluntad a medio hacer a la que le falta levadura, ese tañido lastimero de la campana que aún no ha sonado por nosotros, ese vuelo de la libélula engreída que vuelve al agua quieta para mirarse, esa soledad que se agiganta en la carcajada en ruinas, esa falsa madurez que solo va robándonos las gotas de rocío sobre las telarañas...


O, ¿quién sabe?, puede que en este cuaderno solo acabe apuntando mis historias.


¿Me acompañas?






sábado, 16 de abril de 2016

El diccionario



                                  

Lunes

Como cada mañana, espera a que suene la cadena del C para quitar la suya.

―Buenos días, Rosi ―la saluda sonriente.

Ella le devuelve un saludo desganado, mientras guarda las llaves.

―Buenos días, Marcos.

Le había salido anoche la palabra “explorador”. Dio vueltas y vueltas al asunto pero lo vio poco claro. ¿Significaba que había llegado el momento de atreverse, por fin, y lanzarse a la aventura?

Mientras ella cierra la cremallera del bolso, él se adelanta y llama al ascensor. En la espera, a Marcos la eternidad le muestra de nuevo sus garras. Cuenta pisos, números, monstruos, milenios. «Explorador», piensa. Y se imagina en la selva, aterrado por ruidos ignotos que tal vez procedan de algún animal hambriento.

―¿Asististe a la reunión de vecinos? ―oye justo cuando se abren las puertas.

―No, tenía turno de tarde ―contesta al tiempo que se imagina enfrentado cara a cara con la anaconda.

―¿Sabes cuánto será la derrama? ―le pregunta ella, ya en el noveno.

―Quinientos ―le responde en el octavo.

―Los morosos de nuestro rellano ya han pagado todo lo que debían ―afirma ella en el séptimo.

―No tenía ni idea ―le contesta en el sexto.

Del quinto al bajo permanecen callados porque se les ha agotado el tema de conversación.

«Menudo “explorador” de los cojones», se insulta a sí mismo.

Sale del portal fingiendo la prisa del que llega tarde al trabajo, da la vuelta a la manzana y vuelve a entrar. En la subida, repasa, una a una, las palabras que pronunció ella a la bajada, buscando una pista, quizá un temblor, algo que le hubiese dado pie para iniciar esa aventura de descubrir nuevos territorios.



Martes

Antes de retirar la cadena, se da ánimos. Le había salido «examen». ¿Habría llegado el día? ¿Qué era un «examen» sino una prueba en la que demostrar lo que uno sabía de una materia? Después de meditarlo hasta las tres de la madrugada, llegó a la conclusión de que pasaría la prueba invitándola a tomar un cafetito.

La espera ante el ascensor vuelve a mostrarle sus garras.

―¿Has visto la esquela del hijo del presidente de la comunidad? ―oye que pregunta compungida.

―Sí. Veintidós años que tenía el chavalillo ―le responde.

―¿Vas a ir al funeral? ―pregunta ella en el noveno.

―No podré, solo me acercaré al tanatorio al mediodía ―le contesta en el octavo.

Del séptimo al bajo guardan silencio.

Mientras respira el aire de la mañana, vuelve a darse ánimos. Lo de hoy no podía considerarse cobardía. Estaba muy afectada por la muerte del muchacho. Hasta hubiera quedado mal invitarla en esas circunstancias.



Miércoles

La víspera, al abrir el diccionario y poner el dedo índice, había señalado «tapia». Menuda palabreja. Le dio mala espina. Por un lado, la relacionó con la sordera y, por el otro, sintió la dificultad de saltar una pared con cristales. De ambas asociaciones dedujo que no procedía intentarlo.

Décimo

―Marcos, ¿a ti te gustan los animales?

Noveno

―No mucho, la verdad. ¿Por qué me lo preguntas?

Octavo

―Porque una compañera de trabajo regala cachorros, tiene tres.

Séptimo

―Yo sería un desastre. Me cuido fatal a mí mismo, como para cuidar a un perro…

Sexto

―Pues te digo una cosa: a los solteros y a los viudos un perro nos puede hacer mucha compañía.

Quinto

―Seguro que tienes razón, Rosi, pero lo de obligarme a sacarlo a pasear me convence poco.

Cuarto

―Anda, hombre, ¿te animas y cogemos uno tú y otro yo?

Tercero

―Un perro en un piso está mal, y encima se pasaría muchas horas solo.

Segundo

―Podríamos ayudarnos mutuamente. Cuando tú trabajaras, yo me haría cargo de los dos; cuando trabajara yo, los cuidarías tú.

Primero

―Mujer, los animales atan mucho.

Bajo

―Piénsalo, yo creo que sería una buena idea.

Mientras da la vuelta a la manzana, se acuerda de la palabra de anoche y piensa: «Claro, está sorda como una “tapia” esta solterona». Luego, ya en la subida, se burla de su absurdo entusiasmo por los perros.



Jueves

Llega al mismo tiempo el vecino del A, al que no ven desde hace semanas.

Décimo

―Buenos días, Felipe. Una cosa: ¿a ti te gustan los animales?

Noveno

―Sí, me apasionan los documentales del mediodía.

Octavo

―Digo los domésticos, hombre.

Séptimo

―Rosi, si estuviera en esta casa, tendría perro; pero desde el divorcio vivo con mi madre y ella dice que en la suya ni hablar…

Sexto

―Felipe, ¿quieres un cachorro?

Quinto

―Ojalá pudiera.

Le había salido «traición». Nada que hacer, pues.